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Las descendientes de Yelidá

El escritor dominicano Tomás Hernández Franco me regaló otra visión del mar con su poema Yelidá. La primera vez que lo leí cursaba el bachillerato, y no entendí la dimensión cultural de la obra: Yelidá es la hija de un marinero noruego y una mujer haitiana. Me atrajo la idea de que por el mar llegaban hombres distintos, que hablaban otras lenguas y adoraban otros dioses, y ¡era posible conquistar uno de esos! en vez de coquetear con los adolescentes que hacían bromas pesadas en la escuela.

“A los veintidos años Erick tenía la mirada gris azul densa de su alma puesta en dique y una voluntad de timón y de quilla por llegar a las islas de las montañas de azúcar donde —decía el tío— las noches olían a cedro como las barricas de ron Erick sabía que los marinos noruegos siempre desertaban en las islas pero cuando estaban bien borrachos los capitanes los metían a patadas en las bodegas sucias y entonces volvían a Noruega flacos y callados y tristes Con todo y las patadas el marino Erick ya estaba en ruta”

No me simpatizaba demasiado madam Suquí porque se enamoró del noruego solo por ser blanco. Pensaba que si me encontraba con mi marinero, rubio o negro, lo amaría por sus travesías, por sus historias de los mares recorridos. Fantaseaba con hacerme marinera como él para conocer el mundo, ver otras islas y escribir en la nieve.

“Pero Suquiete lo amaba demasiado porque era blanco y rubio y cambió el amuleto de mamaluá Clarise por el corazón de una gallina negra que Erick bebió en viernes bajo la luna llena con su tafiá y su quinina y muy pronto los casó el obispo francés mientras en la montaña el papaluá Luipié cantaba el canto de la Guinea y bebía la sangre de un chivato blanco”

Ya en la universidad, leí la obra con ojos menos inocentes y más influenciados por la historia. Me volví a enojar con madam Suquí y su adoración por el hombre blanco, y ya no me gustó tanto el marinero Erick, ni me inspiraban confianza sus dioses.

Ahora, al releer el poema, pienso en Yelidá y su historia no escrita en el último verso: “Será difícil escribir la historia de Yelidá un día cualquiera”. Y me imagino que una hija de Yelidá se hizo marinera y viajó a Noruega y también a África y reconcilió a los dioses blancos y negros que se peleaban por un lugar en la historia de Yelidá (que es la historia de la isla) y navegó feliz por todos los mares.

“Casi borrachos ya de olor de isla los dioses de Noruega pedían salvar la última gota de la sangre de Erick la escandinava inocencia de una gota de sangre”

Creo que una descendiente de una descendiente de Yelidá, ya mezclada también con sangre asiática, volvió a la isla a buscar sus ancestros. De ella son hijas muchas mujeres que pueden hablar de tú a tú con cualquier dios o con cualquier diosa del mundo con solo acercarse al mar, y esas mujeres tienen siempre ganas de recorrer el mundo, pero a veces nunca salen de la isla. ¿Será difícil escribir la historia de las hijas de Yelidá un día cualquiera?

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