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Un mar olvidado, el de María Luisa Bombal

“¿Entendieron ustedes entonces el sentido de aquel mensaje?”, pregunta la autora y abre una herida, un camino que conduce a los recuerdos infantiles.

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Ahora no hablaremos del mar de #SantoDomingo, nos adentraremos en un océano misterioso, el de la chilena María Luisa Bombal.

Desde las profundidades, en Lo secreto, Bombal describe un mundo de vidas fantásticas: “Veo hipocampos. Es decir, diminutos corceles de mar, cuyas crines de algas se esparcen en lenta aureola alrededor de ellos cuando galopan silenciosos. Y sé que si se llegaran a levantar ciertas caracolas grises de forma anodina puede encontrarse debajo a una sirenita llorando”.

Este mundo está conectado al asombro que solo se despierta en la niñez, mientras se descubre la vida, la aventura, la madera de la que cada quien está hecho, y se construyen los sueños que se desearán perseguir en la adolescencia.

“Y ahora recuerdo, recuerdo cuando de niños, saltando de roca en roca, refrenábamos nuestro impulso al borde imprevisto de un estrecho desfiladero. Desfiladero dentro del cual las olas al retirarse dejaran atrás un largo manto real hecho de espuma, de una espuma irisada, recalcitrante en morir y que susurraba, susurraba… algo así como un mensaje”.

“¿Entendieron ustedes entonces el sentido de aquel mensaje?”, pregunta la autora y abre una herida, un camino que conduce a los recuerdos infantiles.

Hubo un muchacho que no entendió nada y vive en este cuento, en El Secreto. El mensaje mal entendido lo condujo a una tristeza que hunde a las personas hasta quitarles todo el sentido a la vida, la tristeza del camino errado y sin retorno.

“Y El Chico, un muchachito hijo de honestos pescadores, que frenético de aventuras y fechorías se había escapado para embarcarse en 'El Terrible' (que era el nombre del barco pirata, así como el nombre de su capitán), acatando órdenes, vuelve sobre sus pasos, la frente baja y como observando y contando cada uno de ellos”.

La tristeza del muchacho se encuentra con la del Capitán del barco pirata, que al saberse irremediablemente perdido se escuda en la bravuconería y el mar humor.

Luego, el cuento se va adentrando cada vez más en lo profundo del mar fantástico y de las vidas de estos dos, ya perdidos para siempre en sus propias decisiones, que, como ya sabemos, no condujeron a la alegría de la aventura que prometía la espuma irisada.

¿Y tú, entendiste el mensaje de tu espuma irisada? ¿O estás irremediable perdido como el chico que tomó el barco pirata que le condujo a la tristeza?

Sea cual sea tu caso, vale la pena leer o releer a esta autora, a veces olvidada, que transformó la narrativa latinoamericano con sus personajes y sus símbolos que se meten no solo en nuestra sicología, sino que van más allá, rebuscan en los escondrijos de las mentiras que nos decimos para proteger nuestras decisiones vitales, es decir para no confrontar la vida y dar un portazo, como lo hizo una valiente chica en El árbol.

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