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"Sentía que mar se llevaba todo…todo mi cansancio”


El mar es un elemento muy presente en la vida y en la obra de Farah Hallal. Marcó su niñez, su adolescencia, su relación con la ciudad y su visión sobre las desigualdades sociales. Próximamente la autora pondrá a circular una novela infantil sobre la relación entre un niño y un gavilán.

SANTO DOMINGO (RD). –El mar dominicano se cuela en los textos de Farah Hallal. Algunas veces, como ola escurridiza, queda casi fuera de los libros, apenas los humedece con la paz o el sobresalto que le da a la escritora para sacar las palabras con las que construye los poemas o los cuentos, como parte de su instinto y su historia vital.

Otras veces, como en Biografía Marina, el mar se convierte en poema y habla del dolor, de la necesidad de ruptura, de la acallada voz de las mujeres o del inicio de su grito.

Sonríe la mujer del pescador

y hace sangrar la transparencia de las aguas.

Su falda vulnera el sueño de los mares,

su pelo prende una espada de luz,

su boca ofrece la textura de la piedra marina

que hará temblar la medianoche.

Biografía Marina es también una metáfora de la tensión libertad-represión que a veces invade la vida de las mujeres de la isla.

Ella no espera junto al fuego

a que el amor toque la puerta.

Ella traga los cantos de las sirenas,

alimenta una bestia marina de diez cabezas,

bebe la sangre de la derrota

y detiene al tiempo cerrando los ojos:

por eso los sacó de cuajo

Este mar es parte de su historia de niña enfermiza que se muda con su familia desde Salcedo, en el norte del país, a Santo Domingo, la capital con mar. También de la adolescente que descubre la escritura y de la mujer que enfrenta la vida adulta siempre mirando al Caribe.

Recuerda una época difícil de su vida en la que podía ver el mar desde su casa: “Desde el patio, tendiendo ropa, me subía en un murito y veía el mar cerca de la Avenida España. Era el alivio que tuve en épocas difíciles por distintas situaciones. Y cada vez que pasaba frente al mar, sentía que el mar se llevaba todo… todo mi cansancio”.

En Santo Domingo, Farah Hallal vivió en la urbanización Mi hogar, de la zona oriental (hoy Santo Domingo Este), cuando era un espacio apartado de la ciudad, “un pueblito”. Corría la década de 1980. La carretera Mella, una de las vías importantes de Santo Domingo Este, hoy rodeada de edificios y plazas comerciales, era una vía casi rural por la que se llegaba a sembradíos y granjas.Paremos aquí un momento.

Con ese paisaje de fondo, mira las siguientes escenas a través de los ojos de la niña que se convertiría en escritora.

Escena I. Viaje a la Playa.

Tiene cinco años o un poco más. Está lista para ir a la playa, posiblemente por primera vez. Viaja con su familia. Desde el vehículo en movimiento mira por la ventana y ve frente a ella el mar Caribe desde la avenida Las Américas. Ahí estaba, ella frente a la inmensidad azul.

“Recuerdo la primera vez que fui a la playa. Me marcó mucho, porque cada vez que una iba por las Américas veía el mar y a mí eso me hizo experimentar una paz extraordinaria, un sentimiento de que algo contiene, en la acepción de darme el muro de protección, como el contorno, esa línea que contiene mi mundo, en este caso a la isla. Siempre tuve una visión de la isla como un solo espacio, porque sentía que el contorno es el mar y que entonces nos contiene como isla”, recuerda Hallal.

Escena II. Viajes al hospital con malecón como premio.

Farah no era una niña inquieta. Se describe como tranquila, un poco melancólica tal vez, enfermiza. Necesitaba acudir con frecuencia al hospital infantil Robert Read Cabral, ubicado en el Distrito Nacional, cerca del mar.

“Era un moriviví, me enfermaba de esto hoy y de aquello mañana. Tenía una condición que me llevaba repetidamente con alergias y problemas de artritis al Robert Read y no me podía mover. Esos viajes eran muy tortuosos. Salíamos muy de madrugada para llegar a las 5:30 de la mañana a tomar un turno, desde el imaginario de un niño duraba una eternidad, era un lugar sucio con mucho llanto, mucha gente con necesidades y mi único alivio era ir a ver el mar. Calladita, porque no me quejaba, mami me llevaba a ver el mar, mami me llevaba a ver el mar sin decir nada”.

Escena III. El mar como tumba

“Me costó mucho aprender a nadar. Estando muy pequeña me llevaron a Manresa (lugar ubicado frente al mar en la capital dominicana) a comer helados, y vi a un hombre ahogarse. Eso me trastornó porque no le conocía esa cara la mar y tuve que ver, muy pequeña, con mi heladito en la mano, a una madre que estaba allí mirando como a su hijo se lo llevaba el mar y nadie lo pudo ayudar. Ella se quería tirar y la gente la agarraba, era una cosa muy traumática

”En el imaginario de la niña Farah un hombre se ahogó, ahora piensa que tal vez era un adolescente y no un adulto, aquella persona que murió en el mar, en una tarde de paseo.

Fin de las escenas. Ahora, mira otra vez a la mujer adulta, mientras ayuda a un grupo de niños y adolescentes a conocer el mar.El mar negado y descubiertoura de esta obra influyó su experiencia con niños y adolescentes que a pesar de vivir cerca del mar no lo conocían.

El mar negado y descubierto

Además de escritora, Farah Hallal es gestora cultural y hace trabajos de animación a la lectura. En uno de esos trabajos, acompañó a ver el mar por primera vez, a un grupo de niños y adolescentes de Los Limones, comunidad ubicada cerca del Parque Nacional Los Haitises, que se extiende hasta Samaná y Sabana de la Mar, Trabajó en la zona, vinculada a un proyecto para proteger el Gavilán de la Hispaniola.

.Los Limones se encuentra relativamente cerca del mar, pero muchos de sus habitantes no pueden pagar los 200 pesos que cuesta un motoconcho para salir de la comunidad, y pagar transporte adicional para disfrutar de las playas de Samaná.

“Planteamos la idea a la fundación PROPAGAS. Se rentó un autobús y como parte de la formación cultural, se hizo una actividad de lectura y escritura en la playa. No puedo olvidar a los muchachos de 14 años que no habían visto el mar entrando el dedito gordo para ver cómo se iban a meter en aquella cosa que ellos no sabían cómo era que iba”, dice y sonríe.

Para esos niños, a los que hasta el mar se les niega, también escribió una novela, Número ocho, que saldrá publicada próximamente, según la escritora. Número ocho cuenta la relación de un niño con un gavilán que vive en una palma cerca de su casa.

Ayudar a otros a descubrir el mar ha sido una de sus tareas más hermosas, porque Farah Hallal piensa que “no podría vivir en una ciudad sin mar”.

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